La que viene a continuación es una nota que escribió el periodista rosarino Carlos Del Frade (mira vos... por que los medios de la ciudad nuevamente dan verguenza) contando la situación a traves de las declaraciones públicas que hicieron (sin que se les caiga la cara) de diversos "dis -funcionarios" y de tomar varios textos (que tambien han llegado a mi poder) de diversas agrupaciones sociales como la gente de CANOA o de La Marcha de Las Antorchas, entre otras.
Esto es para que tengas una idea.
Ahh... en este momento esta lloviendo...
Otras voces
Por Carlos del Frade
Casi treinta mil habitantes de la ciudad capital del segundo estado argentino, la provincia de Santa Fe, tuvieron que evacuarse como consecuencia de las lluvias que cayeron durante casi una semana sobre el territorio ya estragado por el desborde del Salado, cuatro años atrás. Una vez más, el gobierno atribuyó la debacle social a un “embate de la naturaleza”, mientras que organizaciones populares apuntaron a la falta de planificación, obras mal hechas y nunca terminadas e incluso hablaron de corrupción. A pesar de que el propio gobernador, ingeniero Jorge Obeid, apostrofó contra las voces que describían realidades distintas a las impuestas por sus voceros, calificándolas de “versiones” que responden a “la ignorancia o intereses oscuros” El mismísimo diario “Clarín” daba cuenta de los límites entre las promesas y la realidad que se vivía en los barrios. Y aunque el imperativo de la hora siga siendo la necesaria solidaridad con los afectados de todo el territorio provincial, también es necesario saber si hubo responsables de la nueva inundación. Para que las aguas dejen de bajar turbias se hace indispensable pelear por la transparencia de la actividad política. Si no es así, habrá nuevas inundaciones y volverán a faltar colchones y comidas por más que la provincia se ufane de exportar a razón de más de seis mil millones de dólares anuales.
La historia oficial
“Me toca hoy dirigirme a la población en medio de una situación angustiante para miles de comprovincianos. Nada menos que 59 localidades santafesinas están bajo las aguas por efecto de las precipitaciones pluviales. La magnitud del hecho está dada por el pavoroso dato y además contundente: en 4 días llovió lo que corresponde a seis meses. La media anual para la provincia de Santa Fe es de aproximadamente 1.000 milímetros y aquí en sólo horas se alcanzó el nivel de alrededor de 500 milímetros. Los resultados son por todos conocidos: miles de evacuados, miles de seres humanos angustiados. Algunos lo han perdido todo”, escribió el gobernador de la provincia de Santa Fe, ingeniero Jorge Obeid, el lunes 2 de abril de 2007 en el diario “La Capital”, de la ciudad de Rosario. El título elegido fue: “Unas palabras entre el agua y el dolor”.
Decía más adelante: “No hay descanso. He interrumpido de inmediato mi viaje a Venezuela para estar junto a mi pueblo y ponerme al frente personalmente de las acciones tendientes a paliar la situación que se vive. Quiero decir que he sido terminante y firme. Impartí a todo el gabinete provincial precisas instrucciones para que agilicen y maximicen toda la ayuda a los pobladores damnificados, proveyendo de alimentos, colchones, frazadas, medicamentos y aquellas medidas que sean indispensables para la contención de los habitantes. A los funcionarios les solicité todo el esfuerzo posible y hasta el imposible para mitigar, en la medida que se puede, los efectos de un embate de la naturaleza de estas características. En la reunión de gabinete mis palabras exactas fueron: "Olvídense si tenían pensado algún descanso en Semana Santa. De ahora en más no descansaremos para resolver la crisis derivada de las inusuales lluvias que se produjeron en gran parte de la provincia". Y no descansaremos hasta tanto se logre ese propósito”, sostenía el gobernador del segundo estado argentino. Aseguraba que: “Estamos accionando con todas nuestras fuerzas y en el marco de un plan ordenado en todos los ámbitos de la provincia. En la ciudad de Santa Fe, además de la ayuda social y sanitaria, hemos instalado prontamente todas las bombas de desagote posibles. Y ante versiones que a veces responden a la ignorancia o a intereses oscuros, deseo expresar, en ese sentido, que en sólo 24 horas duplicamos la capacidad de bombeo llegando a casi 60.000 m3 por hora, un hecho sin precedentes para la ciudad de Santa Fe. No puedo dejar de reconocer, la colaboración prestada, y que agradezco, por la Empresa Provincial de la Energía, Agua y Saneamiento Argentino S.A. (Aysa), los gobiernos de Chaco y Corrientes y el gobierno nacional, que sumaron equipos a los ya existentes en el Ministerio de Asuntos Hídricos”, agradecía Obeid.
Sin embargo, más allá de los dichos oficiales, la inundación que una vez más golpeó al pueblo santafesino tuvo otras lecturas que aparecieron en los grandes medios de comunicación de Capital Federal pero no en los locales y regionales.
Documentos de organizaciones sociales que informaban desidias acumuladas y falta de planificación tan añejas como los desagües que colapsaron de manera muy rápida.
Estas son las otras narraciones que deberían tenerse en cuenta a la hora de pensar qué fue lo que, una vez más, sucedió en la capital de la provincia.
Crónicas periodísticas
“En la mayoría de los 172 centros de evacuados de la ciudad de Santa Fe, el almuerzo llega a las cinco de la tarde “arroz casi crudo, o ya reducido a puré”; la cena, no antes de la una y media de la madrugada. Las carencias y la ineficacia del plan para desagotar la ciudad han llegado a tal punto, que ayer el gobernador Jorge Obeid lo admitió a los medios y, cuatro días después de que la capital volviera a inundarse, anunció la formación de un comité de emergencia”, escribió la periodista Sibila Camps en el diario “Clarín”, el lunes 2 de abril de 2007.
“El desayuno no existe para los más de 28.000 albergados; si por azar hay leche para los chicos, la toman al mediodía. La mayoría de la gente lleva puesta la misma ropa que se empapó al salir de su barrio, sin ayuda de nadie. Por la noche tiritan, pues muy pocos tienen frazadas. La situación sanitaria es buena, y los médicos se arriman para controlar a chicos y embarazadas”, agregó la cronista. En su nota del domingo primero de abril, Sibila Camps fue precisa y contundente: "No hay ningún plan de contingencia", subraya el padre Axel, párroco del barrio Santa Rosa de Lima, mientras contesta los saludos y da fuerzas a los vecinos que, como hormigas en jaque, salen del barrio cargando lo que les aguantan los brazos. "En la iglesia sí se ha formado gente para actuar ante situaciones de emergencia", agrega el cura”, apuntaba el escrito.
“Desde la semana pasada, el Servicio Meteorológico Nacional difundió varias alertas de lluvias y tormentas intensas en toda la región. En 72 horas cayeron más de 500 milímetros. La ciudad “una palangana con forma de escudo, flanqueada por el río Salado al oeste y el Paraná al este”, recibió también el agua de las lluvias de los departamentos vecinos desde el norte, que fue escurriendo hacia el oeste y el sur, donde aún sigue subiendo. Pero los desagües pluviales siguen siendo los mismos de hace más de medio siglo”, informó la trabajadora de prensa.
“Esta vez, los pobladores saben bien lo que ocurrió, por qué sucedió, y qué tendría que haberse hecho para evitarlo. "El martes empezó a entrar el agua a Santa Rosa -contó Pedro Hilbe. “¿Dónde están las bombas para sacarla? No hay, o no funcionan. Y el intendente es ingeniero en recursos hídricos", agregaba la noticia. “Como hace cuatro años, los barrios Centenario y Chalet, al sur, tienen agua casi hasta el techo. Recién ayer (por el sábado) estaban instalándose las bombas. "Todo lo que teníamos acá, está puesto", aseguró a Clarín el ministro de Obras Públicas, Alberto Hammerly. Esta cronista pudo confirmar que el equipo del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación detectó nueve bombas fuera de funcionamiento, y envió cinco técnicos del Ministerio de Planificación para repararlas. También por la vía nacional se gestionaron otras trece desde Córdoba, Chaco, Santa Fe y de la empresa Aguas de Santa Fe Sociedad Anónima”, describía el contraste entre los dichos oficiales y la realidad.
El rey desnudo
“Hoy 28 de marzo de 2007 grandes sectores de la ciudad de Santa Fe, y de toda la provincia, se ven nuevamente inundados. Esta vez no es el río Salado. Si no que las ya precarias redes de desagües pluviales no dan abasto. Entonces las imágenes de siempre. El agua en la calle, en el patio, en la pieza, en la cocina. Camiones juntando las mujeres y los chicos para trasladarlos a lugares secos. Los varones se quedan cuidando las pocas pertenencias. Mientras otros sacan la heladera, la cama, los colchones”, comenzaba diciendo el documento emitido por la organización social santafesina CANOA. “A un mes de cumplirse cuatro años de la inundación, la catástrofe social y política más grave de la provincia de Santa Fe, los y las habitantes de la ciudad volvemos a sufrir las consecuencias de una política que no responde a las necesidades y problemas de la ciudad en su integralidad. Las continuas inundaciones por lluvia son el resultado de la falta total y absoluta de una planificación urbana que incluya a las problemáticas de todos y cada uno de los barrios de Santa Fe”, agregaba el manifiesto.
“La anunciada obra de los Lagos del Oeste, que vendría a resolver los problemas de canalización de agua pluvial fue la única, de las tres obras anunciadas en el 2004 por el gobernador Obeid, que no se llevó adelante. Hoy ese mega proyecto ni siquiera tiene un presupuesto y la situación en el borde oeste se agudiza cotidianamente. La única respuesta que se le da desde el Estado son obras aisladas que poco apuntan a una planificación integral”, informaban los integrantes de CANOA.
“Si bien el temporal y la lluvia afecta a toda la ciudad, haciendo colapsar todos los servicios, los más afectados son los barrios que diariamente viven la exclusión, o en su versión paternalista, una inclusión clientelar. Privados de sus derechos a una vivienda, al agua y a los servicios sanitarios, a una infraestructura vial que permita habitar el barrio de un modo digno, se suma la “inexistencia” del tan mentado “Plan de Contingencia”. Después de las sucesivas inundaciones vividas, los/as santafesinos/as reconocemos que Santa Fe es una ciudad en riesgo. Pero si las políticas públicas implementadas para ir reduciendo esa vulnerabilidad son ficticias lo único que estamos produciendo es más riesgo ante la presencia de “viejas amenazas” (crecida extraordinaria de los ríos, lluvias torrenciales en pocas horas)”, remarcaba el escrito de una de las principales instituciones surgidas desde las necesidades del pueblo santafesino.
“Si las grandes obras urgentemente necesarias no se realizan, la ciudad no se prepara ni para eventos particulares (como puede ser un gran temporal) ni tampoco para la cotidianeidad. Y si las políticas sociales tienden a ser cada vez más fragmentadas, nuestra vulnerabilidad se acrecienta porque seguimos sin saber qué hacer ni a quien recurrir”, añadía.
“Luego de haberse creado una Secretaría de Riesgo Hídrico en el ámbito municipal, con especialistas en la materia a la cabeza; luego de haberse publicado e intentado instalar el supuesto plan de contingencia en los barrios hoy queda evidenciada la inexistencia de dicha política”, denunciaba la organización.
“Como siempre los centros de evacuados son creados una vez que el agua ingresó a las viviendas; los vecinos se ven obligados a autoevacuarse; los canales a cielo abierto se tapan por el depósito de basura que contienen; las bombas extractoras no dan abasto; las obras de infraestructura necesarias no están realizadas. Hoy, Santa Fe sólo depende de algunas bombas de extracción… ¿Quién no aprendió la lección?”, se preguntaban los integrantes de CANOA.
“El horizonte de una ciudad que nos incluya a todos está cada vez más lejos. Si existiera la voluntad política de considerarnos a todos ciudadanos de esta ciudad otras medidas se tomarían. Cada vez que llueve y la gente tiene que volver a salir de sus viviendas, el Estado aparece operando como si fuese la primera vez que sucede algo similar. Y en Santa Fe se vuelve a repetir la misma historia. Digan lo que digan, hagan lo que hagan, el rey está desnudo. Y la gente, sola”, terminaba diciendo el profundo comunicado de la organización no gubernamental santafesina.
Lucha desigual
Por su parte, el llamado Comité de Solidaridad de Santa Fe, conformado por las organizaciones Carpa Negra de la Memoria y la Dignidad, Marcha de las Antorchas, Primera Escuela de Psicología Social, Acción Educativa, Asociación Civil CANOA, Asociación Civil PALABRAS, hombres y mujeres independientes; denunciaba el sábado 31 de marzo que: “Sobre la certeza de que cualquier efecto climático, inexorablemente, podía volver a inundarnos y teniendo cuatro años, dinero y recursos humanos para evitarlo, nuevamente no hubo plan de contingencia, evacuación ni asistencia”, apuntaba el documento emitido.
“Nunca escucharon a vecinos y vecinas que, sin ser "expertos", ni ingenieros hídricos, reclamaban desde la experiencia y el sentido común, las obras de desagües, adquisición y mantenimiento de bombas, limpieza y zanjeo –entre otras obras indispensables- que hubieran completado al cierre del terraplén”, señalaban.
Sostenían, además, que “hoy es "evacuación preventiva" en medio del agua; hace cuatro años fue "quédense en sus casas, no se van a inundar".
“En el 2003, tanto como hoy tenemos sentimientos de vulnerabilidad y abandono. Pero entonces era "la gente salva a la gente" hoy es casi "sálvese quien pueda" por un gobierno que fomenta la fragmentación social, el escepticismo y la impotencia”, agregaba el Comité en este manifiesto titulado "El pueblo es víctima, en una lucha desigual de un gobierno inclemente".
“El 2003 nos dejó como saldo traumático: la impunidad de los inundadores, el descreimiento social, la convicción de una justicia cómplice, el daño económico y los proyectos vitales truncados. Esta nueva inundación agudiza y potencia estos efectos irreparables en la salud psíquica y moral de la población. Las condiciones de los centros de evacuados organizados por el gobierno son indignas para albergar a las personas: falta de agua y luz, de baños, de abrigo, colchones, comida y con una organización autoritaria e ineficiente”, denunciaban las organizaciones firmantes.
“Otra vez autoevacuados y personas aisladas sin asistencia; otra vez militarización en las calles que lejos de dar respuesta a la seguridad de la gente es significado y vivido como control represivo; otra vez desinformación oficial e información clientelista”, remarcaban.
“Una vez más, como hace cuatro años, no se cumplió ni lo obvio. Como entonces, hoy decimos: no es imprevisión sino corrupción”, aseguraban.
“A cuatro años de la gran catástrofe social y política de abril de 2003, las instituciones abajo firmantes nos reunimos para recuperar la experiencia del irreparable daño sufrido por nuestra ciudad, convocar, denunciar y proponer acciones como sociedad civil organizada, sin otro fin político que la solidaridad y la defensa de los derechos humanos. Quienes nos gobiernan vuelven a incurrir en una incapacidad moral y ética de registro de los derechos y necesidades del pueblo, como consecuencia, no sólo de falta de operatividad y logística sino de una concepción ideológica de esta política liberal”, terminaba denunciando el escrito que llegó a todas las redacciones de los grandes medios de comunicación provinciales y que, lamentablemente, no fueron difundidos.